2016 fue para Kristin Hersh un año de números importantes: en agosto cumplía cincuenta años y, solo unas semanas después, celebraba el treinta aniversario del disco de debut de la banda que ha mantenido viva desde la adolescencia. En estas más de tres décadas de trayectoria Hersh ha destapado ángulos obtusos en la música rock y folk armando decenas de discos entre esa primera banda, su producción en solitario (una faceta que desarrolló tras editar un primer álbum acústico de manera casi fortuita) y 50 FootWave, un segundo grupo que fundó en 2003. Tras conocer las mieles y las vicisitudes de las compañías independientes y las multinacionales, fue pionera en el uso de internet para acercar su música al público y defensora de la creatividad compartida por encima del comercio, participando en la creación de varias plataformas para lograr su objetivo. Su humanidad es a menudo destacada y su presencia y perspectiva es crucial para entender la escena musical underground de Providence y Boston a mediados de los años 80, el auge y caída del rock alternativo post-Nirvana y la progresiva muerte de la industria discográfica más ruin con el cambio de siglo.