A los cuatro años, Nick Coleman escuchó a Mick Jagger en la tele y sintió vértigo. Desde entonces, ha vivido obsesionado con las voces: los Ramones cantan sobre el bullying desde el punto de vista del que lo padece. Las canciones de Roy Orbison son como esculturas que querrías tocar. Aretha Franklin representa el espíritu del éxtasis definitivo.
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Coleman repasa en este ensayo personal pero enciclopédico la importancia de las grandes voces en la música y la cultura. Lo hace con los atributos que le pide a una voz: pasión, emoción y, sobre todo, autenticidad. Los que hacen que escuches una canción y pienses que te habla a ti y solo a ti.