Mierda. Pasa cada año y no hay manera de evitarlo. Uno se pasa diciembre repasando discos y discos en busca de confeccionar las listas de lo mejor del año más representativas posibles —asumiendo que es sólo un divertimento y cuestión de gustos, al fin y al cabo— y en ese tiempo se le escapan otros trabajos que merecen toda la atención. Es el caso de Toni Bravo, quinto disco de Las Ruinas, trío barcelonés de implacable ética estajanovista —un disco por año— y, vamos a saltarnos los rodeos, para quien escribe, el mejor álbum de su carrera hasta la fecha y, sin duda, uno de los mejores paridos en nuestro país.
Semejante afirmación exige argumentos, precisamente los que les sobran a Toni Bravo. Y es que en este disco conviven dos Las Ruinas. La primera son “Las Ruinas de siempre”, esas que dan sentido a la en principio imposible definición de heavy pop -actitud, planteamiento lo-fi, guitarras punk y unas letras que podríamos resumir como “costumbrismo ácido”. Pero junto a ellas, aquí hay “unas nuevas Ruinas”, unas donde la paleta sónica se ha abierto sobremanera —algo que ya se intuía en Acidez House y que aquí es una fascinante realidad—. Aquí hay una banda que, sin perder un ápice de su pegada ni esa particular idiosincrasia que les ha convertido en una banda de culto, ahora dispone de un enorme arsenal de posibilidades. Las Ruinas han abrazado el indiepop y los poppies estamos de enhorabuena. (…)
Räul Jiménez en Indienauta