Con su tercer álbum, SUPERBUCLE Yawners ha ganado en complejidad, en matices, en versatilidad, en detalles. El anclaje al rock independiente más vitaminado de los años noventa sigue ahí, pero en SUPERBUCLE (2025) se entrevera con influjos que hace un par de años ni siquiera hubiéramos sido capaces de sospechar.
La complejidad sónica es pareja a la lírica, invadida de miedos, ilusiones, contradicciones, inseguridades y excitaciones que reflejan los textos de las canciones. Los bajones y los subidones de esa montaña rusa en que se convierte esa época de tu vida. El momento en el que quizá no tienes del todo claro lo que quieres pero sí lo que ya no quieres.
Mérito también, cómo no, de la producción compartida con Santi Garcia, Emili Bosch, Juan Pedrayes, David Soler y Marcel Bagés. Como una simbiosis entre la escuela post hardcore, la nueva escena guitarrera estatal y la mejor arquitectura pop electrónica de nuestra actualidad. Este Superbucle es, en realidad, una cuadratura del círculo.